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LA NOCHE DEL VIERNES SANTO

A las siete de la tarde

Rasgan los velos del templo

Y el dolor por todo el pueblo

Como una mancha se expande.

¡Que se entere Palenciana!,

va la centuria romana

Pregonando en los altares,

que a Jesús ya dieron muerte.

Y delante de su gente,

Lucen sus  negros plumajes

Sobre cascos relucientes.

 

Sale la tropa romana,

Con las picas hacia el suelo

Como señal de su duelo

Por la sentencia dictada.

Y su bandera inclinada,

Porque ese pico de lanza

Que dio a Cristo la lanzada

También se clava en el alma

Del pueblo de Palenciana.

 

Tarde de recogimiento,

De abrazar gente cercana

Que nos llega esta semana

A compartir sentimientos.

Trasiego de  nazarenos

Y platos de “borrachuelos”.

Capirotes blanco y negros

Y bellos ojos morenos,

Que llenos de sentimiento,

Cuando vuelven de la iglesia,

Se ajustan bien la peineta

Que sujeta el negro velo.

 

 

 

Y  a las once de la noche,

La noche del Viernes Santo,

Pone la tarde su broche,

Entre “pinguruchos” negros

Y entre “pinguruchos” blancos.

¡Silencio por todo el pueblo!

Reina el luto por la calles,

ya empieza la procesión

 y se encogen corazones

al sonido del tambor

y al brillo de los faroles.

 

Sale el sepulcro a la plaza,

Una cruz va por delante

Con una sábana blanca,

Testigo del disparate

De una muerte lacerante

Error de la raza humana.

Sin ser la pena de nadie,

Ni nadie saber porqué,

Lloran todos a la vez,

Nazareno y penitente,

Heridos por la emoción

De ver a Cristo yacente

Este Viernes de Pasión.

 

Y detrás, la Soledad.

Un manojo de suspiros

Entre la luz de unos cirios

Y la voz de un capataz.

Aire de solemnidad

A los sones de un tambor

Y carita de dolor

Con expresión de bondad.

 

El sepulcro va hacia el Arco,

Y haciendo una ‘parailla’,

se arranca Rafi Velasco

ataviada de mantilla,

a cantar por seguiriyas,

una saeta a su paso.

¡Dios mío que maravilla!

………………………………………………………

Ya encamina la Arrecife

La Cruz con sus capas rojas

Y a los balcones se asoman

Corazones que se aflijen

embargados de congoja.

¡Ahorquillad!

Pararlo en medio la cuesta.

Aunque el sepulcro no os pesa

son muchos los que rezan

oraciones suplicantes,

Cuando lo paran delante.

…………………………………………………….

Sigue por la calle Estepa,

Y dobla por Francisco Bejar,

Costaleros que se esfuerzan

Para superar la cuesta

Que lleva hasta calle el Sol,

Repleta su barandilla

De gente con devoción

viviendo la maravilla

De ver el cuerpo de Dios

A hombros de una cuadrilla,

Que no necesita horquilla

Pa llevarlo de un tirón

De una esquina a la otra esquina.

………………………………………………………………….

Y cuando la Soledad,

Navega por calle el Sol

Como un barco por la mar,

A hombros de su hermandad.

Y al ritmo de su tambor,

ya se prepara Pepe,

saeta por martinete,

Dándole temple a su voz.

Le canta a la Soledad,

marcando bien el compás

asomado a su balcón.

¡Que no se mueva un varal!

¡Que no se mueva una flor!

Ten cuidado capataz

Que ahí va la madre de Dios.

 

……………………………………………………..

Sentimiento en calle El Sol

Y llanto en las Eras Altas

Perdida ya la esperanza,

Donde la madre de Dios

Como en lejano destierro,

Ve de lejos el entierro

De su propio corazón.

……………………………………..

Avanza la madrugada

Con fervor y sentimiento

Poco a poco, a paso lento

Entra la cruz en La plaza

Para volver a su templo.

Y de la misma manera,

Al mismo golpe de espalda

Que hace crujir la madera

También soporta la carga

Aquel que reza en la acera

Con empujones del alma.

……………………………………..

 

¡Asomate Don Enrique!

a los balcones del cielo,

que el sepulcro entra en su templo

delante de todo un pueblo

que más dolor ya no admite.

Y que ha pasao por el envite

de llevar entre su brazos,

A Dios de cuerpo presente,

Mientras los cirios derriten

la cera tras cada paso

que va dando el penitente,

 

…………………………………………………….

Y al final……la Soledad,

La que suele acompañar

En muchos tristes finales.

La que se viene a encerrar,

Tras su largo caminar,

Herida por mil puñales.

¡No llores más, Soledad!

Que en cuanto pasen dos días

Viviremos la alegría

De un Cristo resuscitado.

Y  terminará el quebranto

De esta noche tan sentía.

¡La noche del viernes Santo!

MANUEL PEDROSA VALVERDE

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