Pregón Semana Santa 2019

…Y de nuevo me veo frente al pueblo, de nuevo, como pregonero, pero no por eso, más tranquilo ni sereno.
Buenas noches, y bienvenidos todos, los habituales y los eventuales, porque hoy para mí, son tan importantes, los que son, de misa diaria y cofradía, como los que solo han venido, para brindarme su compañía.
Es complicado, decir algo, que no se haya dicho o escrito, porque, de sobra, sé que los que me han precedido, han dado de sí, lo mejor, y para todos es un esfuerzo, que solo los que han pasado por este atril, sabrían describir. Al igual que todos ellos, lo haré lo mejor que sé, respaldado, por la imagen de la Virgen, y mi fe…Y por ahí empezaré.
Vengo de una familia creyente, y al igual, que en muchas del pueblo, la religión, siempre ha sido un pilar maestro, en la estructura familiar. Desde niño, se me decía, que la asistencia a la iglesia, no era opcional, y terminaban con un dicho, por todos conocido: “primero el deber, y luego el placer”, dando a entender, que para ir con los amigos, antes, debía ir a misa, y como todos, yo prefería jugar, antes que rezar; A mis 38 años, sigo viniendo cada sábado, ocupando siempre el mismo lugar, en la nave de San José, frente a la Virgen de Araceli, bajo el amparo de La Soledad y detrás de mi padre, esperando el momento para darle la paz. Con los años, me fui acercando cada día más a la religión, construyendo, poco a poco mi fe, a comprenderla, a respetarla, a defenderla, pues hoy, cualquiera tiene en su hogar, una estatua de Buda, un colgante, con la mano de Fátima, o un tatuaje del ojo de Horus, pero que pocos lucen en su día a día, la imagen de María… María, la elegida de Dios, que bonito significado, para el nombre de una mujer, que siendo tan joven, fue la elegida, para llevar en su vientre al Salvador, al hijo de Dios, aquel que no supieron valorar, y que solo, después de su muerte, fue digno de alabar. Perseguido, humillado, torturado, negado por Pedro, vendido por Judas, y condenado por el pueblo. Una historia, que los cristianos, revivimos estos días, con los cultos propios, de Semana Santa, y desde lo más sincero, os digo, que podemos estar orgullosos, de nuestra Semana Santa, porque, pocos pueblos viven esos días, como esta pequeña villa…
La cuaresma se queda corta, pues desde el miércoles de ceniza, ya están los responsables de cada hermandad, sacando tiempo, de donde no lo hay, para poner la Iglesia patas arriba. Un desfile de candelabros, velas, túnicas, mantos, tronos, un ir y venir de personas, que dedican su tiempo, y su esfuerzo, a intentar que no se pierdan, las tradiciones cristianas, de Palenciana. Tradiciones, que no consisten solo, en sacar una imagen en procesión, por las calles del pueblo, sino, todo un conjunto de actos religiosos, que por poner un ejemplo, hoy mismo, acabamos de asistir, a la misa de regla, de la Virgen de los Dolores. Es la misa mayor de la hermandad, que culmina un septenario, en honor de La Dolorosa, que hoy preside la iglesia, desde el altar mayor.
Como en 1809, cuando esta imagen llegó al pueblo, de manos, de don Bartolomé Jiménez Medina, y estuvo presidiendo la Iglesia, pasando luego, al camarín de La Virgen de Araceli. Cincuenta años después, volvió al altar mayor, y allí estuvo, hasta principios del siglo XX, que ya contaba con su propio retablo, el mismo que ocupa cada día. Actualmente, cuenta con un humilde grupo de hermanos, pero siempre apoyada, por la familia Jiménez, descendientes, de don Bartolomé Jiménez Medina, el mismo, que trajo la imagen al pueblo.
Cada año, pasea por nuestras calles, portada por sus devotos, vestidos de morado, con sencillas túnicas, y anunciando su llegada, unas campanillas nos dicen, que ya se acerca, la que por el Nazareno pena, con la cara oculta tras el humo de las velas, con siete puñales en el pecho, y por palio, el mismísimo cielo.
El jueves santo, acompañando al nazareno preso, al son de las cornetas, La Virgen se mece por nuestras cuestas, y al llegar a la Iglesia, un lento giro, para mirar de nuevo, a hijo dolorido.
Al termino la procesión, los más antiguos comentan, “¿os acordáis de los relevos?”, qué tiempos aquellos, y en el silencio parece que una frase resuena, “tranquilos, esta noche la guardia, la hará la luna llena”.
Ya por la mañana, a las claras del alba, de nuevo sale con su pena, y el Nazareno, con la cruz a cuestas. Mira, mira Señor nuestras tierras, que son el sustento, de los verte pasar, por su puerta esperan, y en nuestro corazón, algo se quiebra, cuando el sol ilumina el rostro de ella, y del que con fe ciega, la sentencia espera.
Qué bonita imagen, siempre habrá, un cruce de picas, que como aquel día, un último abrazo entre un hijo, y su madre dolorida impida. Una estampa, que solo la madre que pierde un hijo, habrá entendido.
Y al mirarlo a Él, mil historias acompañan a mi fe, porque… ¿qué decir de Jesús de Nazaret? …Cada vez que lo miro, vuelven a mí los recuerdos, para mí los primeros, son de mi tía Ana María, en silencio, sentada en una banca, con sus rosadas mejillas, mientras, cuidadosamente, peinaba sus cabellos, mi tía La Pirila. Ambas, estuvieron siempre, pendientes de Él, le ayudaban en sus tareas más pesadas, algunos familiares y devotos, que poco después, formarían su Hermandad…Poquitos, pero bien avenidos, Manolillo, el Porras, Periquillo, algunos, 25 años después, aún conservan su cargo, Rafi la camarera, todo es poco para su Nazareno, cualquier cosa, que se diga de Él, a ella le llega, de la cabeza a los pies. En alguna ocasión, me llamó, porque se encontraba sola, y necesitaba preparar el quinario. Yo, con mucho gusto le ayudaba, y una vez, terminado el trabajo me preguntaba, ¿Qué, como lo ves? Tímidamente le decía, perfecto, pero quizá …… no me dejaba terminar ¡¡¡¡a Él no le falta de na!!!
Por otro lado, Manolo y Carmen, da igual, que sea el presidente de la Hermandad, porque él, al igual que su familia, lo hace todo desde el corazón, las flores que no llegan, las velas que no están derechas, su casa, la tienda, la furgoneta, todo es del Nazareno, mientras dure la cuaresma.
Podría estar aquí toda la noche, y no terminaría, porque, es tanto lo que conozco de esta familia… pero, os hablare solo de uno más, del que toca la campanilla… Humilde, campechano, sociable, ¿qué queréis que os diga, si estoy hablando de mi padre?... Él, desde niño, siempre fue con los nazarenos, a pesar de estar criado, entre dos grandes romanos, como fueron sus abuelos. Acompañaba siempre, a su tío Santiago, y de él, le vino el cargo, ni martillo ni campana, solo su voz, y un par de golpes en las tablas, bastaban para parar el trono, especialmente por la mañana, allí, por las eras bajas, donde el Nazareno miraba los campos, y a lo lejos su casa…Ya, con años, la carga se hace más pesada, pero desde el trono, le llegan las fuerzas, y sobre todo, cuando alguna de sus nietas le dice, abuelo ¿puedo tocar la campana?...Quizá, para sus adentros piense ¿porque mi hijo, no vestirá túnica morada? Pues cierto es, mis hombros nunca portaron su carga, mis vestiduras nunca fueron moradas, y donde mi espalda pierde su casto nombre, no llevo una rosa gualda. Los que me conocen bien lo saben, soy devoto de “La Cenacha”, pero El Nazareno, es quien guía mis pasos, en Semana Santa.
Aunque, también es cierto, que durante algunos años, si vestí capa negra y túnica blanca, el Viernes Santo, acompañando al Santo Sepulcro, incluso algún año, de costalero, hasta que mi altura, impedía aportar mi fuerza, y hacía que mi atuendo, rozara lo indecencia.
Tampoco imaginaba, que mi trabajo impidiera, que ni siquiera, acompañar alumbrando pudiera, tan solo, el testimonio de mi madre, que con su vela, intentaba sustituir nuestra presencia, pues 18 años hace ya, que lo único, que pueda ver el Viernes Santo, sean los pregones, o las siete palabras.
En mis primeros años de trabajo, vivía este día, como si fuera un preso, y con lo único, que podía descargar mi rabia, era, con la masa del pan, y un peso, la velocidad, era extrema, y la masa a penas, rozaba mis manos, pues solo quería terminar, y salir corriendo, guiado por la música de los romanos…A veces, si el tiempo lo permitía, corría hasta la plaza, y aun, cubierto de harina, en el rinconcillo de la sacristía, veía pasar los capirotes, las velas, y alguna mantilla. Y la piel, se me ponía de gallina, cuando veía perderse “La Urna”, por la calle Molina…Con eso me bastaba, era un sentimiento de alegría, que poco a poco a lo lejos se desvanecía….
Ahora, un solo tambor anunciaba, que ya venía, entre flores blancas, como de sus portadores las capas, mecida entre negras bambalinas, La Soledad, me espera tímida…Y al asomarme, a la calle del sol, desde la esquina, escucho. solo una voz... “Virgen de la Soledad, ¿Quién es tu hermano mayor? que te tiene tan bonita que reluces como el sol” … La emoción, me llenaba los ojos de lágrimas, mientras ella, ya de espaldas, seguía su recorrido, y yo, bajaba lentamente hacia El Molino… Allí me esperaba el jefe, que con serio semblante, me decía, ¡venga que es tarde!. Solo con la mirada, parecía decirme, no voy a regañarte, solo es que… ojalá hubiese podido, acompañarte un instante.
Ya por la mañana, el pueblo es un revuelo, las familias y los amigos, corren, para ver donde comen, mientras, unos cuantos entran en la iglesia, esta vez, sin cornetas ni tambores. Desde el amanecer, corriendo para recoger, lo que un año, tardaremos en volver a ver.
Unas Hermandades con otras, se ayudan para desmontar, y guardar los tronos, y ahí es cuando yo me uno…Empiezo por el Nazareno, y allí esta Manolo, venga Pedro, coge este centro, ahora vengo que voy, a llevar el Cirineo, mientras, dese el centro, Bárbara dice, ese varal, que lo coja Pedro, voy corriendo, Marisa me ve, y me dice, mira, este año, tienes que arreglarle el dedo. Bueno, esto último lo explicaré en un momento.
Unos 20 años atrás, se dieron a conocer, mis humildes técnicas de pintura, como me gusta la pintura, y por aquellos años, tenía más tiempo, algunos dieron por hecho, que yo, me dedicaba a eso, y por mis manos pasaron, desde el Sagrario de la ovejita, al Resucitado, pasando por los angelitos del Nazareno, y hasta mi tocayo, San Pedro, el pie del cirio pascual, que me acompaña aquí en el suelo, es otro ejemplo. Pero siempre, he sido sincero, “oye, que con mis técnicas, hasta aquí llego”, y siempre era la misma respuesta, “ peor que está, no se va a quedar”…Para mí, es un verdadero honor, saber, que estas, y otras muchas piezas, han pasado por mis manos, a veces, a cambio del trabajo, me han pagado, otras me han hecho algún regalo, y en gran parte, me han preguntado, ¿Qué tenemos que pagarte? A lo que mi repuesta, ha sido… “ tranquilos esto lo hago, por amor al arte”
Metidos ya en este campo, no quiero cerrar sin hablar del teatro…¡Ayyy Leandro!!!! ¡Qué cara, se me quedó un año, cuando entre los nombres del reparto, veo, Pedro Pedrosa Rosúa “escenógrafo”!... y es que si en Palenciana hubiese universidad, seria de bellas artes. Para el, todos somos artistas, y es que de su escuela, han salido intérpretes, de todos palos, hasta en su última pesca, hizo de una bella mujer, el mismísimo diablo.
Aún recuerdo, cuando me propuso hacer unas columnas, a las cuales, apenas les queda pintura, no me extraña, con lo que viajan por la geografía andaluza… De verdad, que esto no se debería dejar, es una joya, de nuestro patrimonio inmaterial.
Ahora sí, voy a terminar, agradeciendo vuestra presencia, en primer lugar, por supuesto a Antonio Jiménez Jiménez, como representante de la Hermandad, de la Virgen de los Dolores, por haber confiado en mí, para un acto tan solemne.
A nuestro párroco Don Lorenzo, no sé cuánto tiempo, llevo escuchando, “que Don Lorenzo, se va a jubilar”… El año pasado, en el mes de junio, por el día de San Antonio, dijo al terminar la misa, que pronto se despediría, pero él preguntó que… ¿a Palenciana, a decir misa, quien vendría? Sus superiores le dijeron, que no tenía relevo, y él contestó “pues aquí estaré, mientras aguante mi cuerpo”. En nombre de Palenciana, tu pueblo…¡GRACIAS LORENZO!.
Y para terminar, mis palabras voy dedicar.
Poniendo como ejemplo a mi familia, les ofrezco estas líneas, a todos esos abuelos, que cada tarde de la mano, nos llevaron al cuartel, y a todas esas abuelas, que con sus adornadas historias, nos transmitieron poco a poco, toda su fe.
Pedro Pedrosa Rosúa
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